domingo, 28 de septiembre de 2008

Que por qué escribo

A veces me pregunto
que por qué escribo.
Por mucho que me afano,
yo no consigo
encontrar la razón,
ni los motivos.
¿Es un don otorgado
o es que me obligo?

¿Es una fuerza extraña
que llevo dentro,
para dejar constancia
de lo que pienso…?

Mil vueltas llevo dada
y en duda sigo.
Sondeando el misterio
no he conseguido,
descubrir la razón
ni los motivos…

Lo único que sé,
y así lo digo,
¡es, que yo soy feliz
siempre que escribo!

martes, 16 de septiembre de 2008

ELEGÍA A JUAN N. GARCÍA NIETO


(Jesuita comprometido con la vida)


La dejé para luego, y se ha hecho tarde,
la carta que debiera haberte escrito.
El pesar que ahora siento es infinito

Todo mi ser se niega a decirte adiós
y desde ayer, que supe que habías “partido”,
martillea en mi mente: ¿por qué te has ido?

Cuando tú alimentabas miles de sueños
te sorprendió el misterio, llamado muerte.
¿Por qué contigo ha sido tan impaciente?

A ti, que nadie pudo cambiarte el rumbo;
que ni las más férreas leyes te doblegaron.
Te ha vencido sin más, un corazón cansado.

A tu espíritu noble, justo y rebelde,
ni cárceles ni jueces le sometieron;
pero a tu corazón, si que lo hirieron.

La vejación del hombre era una espina,
que hurgaba en tus entrañas, como ninguna,
de cuantas te clavaban, una por una.

Tú fuiste el navegante, que no abandona
el timón de su barco, ante las rocas.
Ex cátedra la palabra, era en tu boca.

De seres marginados, fuiste esperanza.
Del joven insumiso fuiste sostén.
Y un volcán de utopía, era tu fe.

Los rasgos del linaje, tan de tu clase,
grabado como a fuego en tu semblante.
En recia mansedumbre los transformaste.

Para el que sólo cree en la materia,
tu testimonio ha sido, algo insondable.
Por tu espíritu austero, limpio y afable.

La muerte te encontró, como viviste,
abrazado a tu cáliz; de pie y erguido.
Hasta caer al suelo, los dos fundidos…

Dicen que a tu sepelio fue la utopía;
Que en la boca de otros se hizo expresión
Y, ya huérfana de ti, triste lloró...

La congoja me ahoga, llorar no quiero;
porque lo tuyo Juan, nunca fue el llanto.
Redimir del dolor, fue tu quebranto.

Ante este gran enigma algo me dice,
y una esperanza firme crece conmigo,
que aunque no sepa cómo…, ¡tú sigues vivo!

Y en mi interior se alza un sentimiento
que, quizás por locura, a otros espanta

¡Yo sé que tú podrás leer mi carta!

(julio del 94)


jueves, 11 de septiembre de 2008

POR UN FALSO ORGULLO

La otra noche,
yo me desperté;
te busque en mi cama
y no estabas en ella.
Me sentí como río
sin agua,
rosa sin aroma,
cielo sin estrellas.

Te llamé igual
que una loca,
presa de la pena y
el presentimiento.
Para decirte,
que no era verdad
lo que te dijera presa
del despecho.

Al darme cuenta
de que ya era tarde,
la rabia y la pena,
junto a tu recuerdo,
son espinas,
que llevo clavadas,
hurgando en la herida
abierta en mi pecho.

Hoy me maldigo
por lo que te dije,
y lo que callé,
por un falso orgullo,
porque sé
que mi corazón,
aunque yo no quiera,
sigue siendo tuyo.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

"LOS ILEGALES"

Hace poniente y la mar
apenas la mece el viento.
La luna saldrá más tarde,
la noche guarda silencio...
Apiñados en pateras
salen surcando las aguas.
Como equipaje, tan sólo,
la pena y la esperanza.
El miedo y la ilusión
y una, continua, plegaria:

¡Que no nos vean,
Señor, que no nos vean!

De lo poco que tenían,
le han despojado y al nombre
"renuncian" en el camino.
Pobres, mujeres y hombres,
que han de soportar la pena,
de siendo gente léales,
escuchar como le llaman,
de nombre, los ilegales.

¡Que no les vean,
Señor, que no les vean!

Más, si le ven como no,
su muerte o su presencia,
debiera de enrojecer
nuestra cara de vergüenza
al ver como les ultrajan,
sabiendo, como sabemos,
que su único pecado
es ser pobres y morenos…