sábado, 15 de diciembre de 2007

La prohibición del pañuelo y velo a la mujer musulmana; ¿Liberación o desafío?

En Francia, Alemania, Holanda, Reino Unido… se viene debatiendo el prohibir a las mujeres de religión islámica el que lleven velo en lugares públicos, de forma especial, al recibir o impartir clases en las escuelas.

Es terrible el que estas mujeres sean obligadas a cubrirse con velo o pañuelo en contra de su voluntad y que sigan existiendo “culturas”, normas ó hábitos, que humillen o infravaloren la dignidad femenina. Pero si la preocupación de estos países por la liberación de la mujer musulmana fuera real, tendrían que implicarse en asuntos de más envergadura; el velo o pañuelo no es más que un signo exterior, consecuencia del estado de opresión en que viven estas mujeres. El poner el acento en el signo del velo,- y permanecer indiferente ante su suerte-, es seguir limitando la identidad femenina a su cuerpo.

Esta prohibición además, pondría a la mujer musulmana en una encrucijada entre la ley del país en el que reside y su tradición religiosa y cultural. El despojarse del velo le llevaría al desafío abierto con su padre o esposo que no aceptarían leyes extranjeras que determinen la conducta de sus mujeres. Y ellas, tendrían que elegir entre la ley y la familia. El crear leyes para personas que no son libres para cumplirlas es, además de un absurdo, un sarcasmo y una gran osadía: ¿No son suficientes los obstáculos con los que estas mujeres tropiezan a diario en su desarrollo personal, para que además le condicionen su acceso al campo de la enseñanza y la cultura, por llevar velo o pañuelo?, ¿No sería mas digno, más justo, mas ético y mas liberador, el apoyar y fomentar su presencia en la vida cultural, -sin velo o con él-, en vez torpedearle la participación en la escuela?. La simple prohibición del velo no les abre las puertas a la emancipación; Es su incorporación a la vida cultural, su emancipación, lo que les conducirá a la liberación del velo. Un velo para el que no fueron consultadas para imponérselo, ni ahora para planear su prohibición.

Aunque parezca paradójico, esta imposición, además del rechazo de los hombres islamistas, puede provocar el rechazo de muchas mujeres afectadas. La identificación con la cultura en que crecemos es casi inevitable porque, aún siendo opresora e injusta, es ahí donde se fraguan los criterios morales que sostienen nuestra identidad. Un rasgo aún, mas acentuado entre los emigrantes, por proceder de pueblos apartados y periferias urbanas, por lo tanto, de entre los colectivos mas oprimidos y marginados. No es nuevo el que los humanos terminamos identificándonos con nuestra propia miseria y, por la fuerza, ni el mismo mendigo se deja despojar de sus harapos.

Me imagino que como toda mujer, la musulmana también sueña con su emancipación; con ser dueña de si misma; con que llegue el día en el que llevar el velo o no llevarlo, sea una elección suya y no de otros… Pero en un estado de opresión que le impida armonizar vida familiar y cultural, los miedos podrán más que los sueños y estos serán sacrificados en pos de “la paz del hogar”. Si queremos ayudarles a emanciparse apoyémosle en sus reivindicaciones; hagámoslo con sensibilidad, respeto y generosidad pero sin convertirnos en conciencia de sus necesidades.

La labor de Occidente es,- y hoy está muy lejos de serlo-, sumarse al proceso de democratización de estos países por muy lento que sea. Empujando y tirando del carro pero sin pretender dirigirlo porque cada país tiene el derecho a hacer su propio camino hacia la democratización. Un camino que,- como hoy se lleva decir-, será; largo, duro y difícil; pero que se andará.

La democratización de un país, nunca llegará por imposiciones o prohibiciones de unos sobre otros: sino que ha de crecer desde el interior de cada persona y de cada país; de lo contrario no será un acto de liberación, sino una nueva forma de sometimiento que no conduce a ninguna parte; experiencias recientes son la caída de los países del Este, la invasión de Afganistán, de Irak…

Estamos en un momento de cruces de pueblos, culturas y religiones. La afluencia de emigrantes de otros lugares a Centro Europa, nos confronta con culturas de distintos hábitos y normas de convivencias, pero si miramos con objetividad a nuestro pasado inmediato, encontraremos bastantes semejanzas entre sí. El escritor galés, y español de adopción, Ian Michael, decía en una entrevista en El País Semanal, (14.1) que España “ha cambiado más en los últimos veinte años que en siglos y siglos”. ¿Por que no confiar en que en estos países se pueda dar ese mismo fenómeno?

Hace “tres días” que, en la España del nacional catolicismo, convivíamos con normas y cánones de la decencia femenina, que hoy no entenderíamos. El callar y asumir normas y hábitos impuestos era nuestra obligación, y el revelarnos a ello, una opción de alto riesgo. Las cosas cambiaron gracias a distintas razones y conglomeraciones de cosas, pero no por imposición. Por imposición se sufre la opresión, pero no se goza de la libertad. Los sentimientos no se transforman doblegándolos, sino ampliándolos; y libre, sólo será aquella persona que aprende a decidir por sí misma y se sepa respetada al hacerlo.

No cometamos el absurdo de creernos que siempre fuimos lo que ahora somos, ni lo que actualmente somos, es como tiene que ser el resto del mundo. El compromiso de Occidente por la democratización del Islán, a de ser algo mas que expolios, bombardeos, invasiones y leyes para imponer nuestros criterios y nuestra verdad, como única y absoluta. Urgen puentes de convivencia que pongan en evidencia el fundamentalismo opresor de las sociedades islámicas y la trivial prepotencia de Occidente. A partir de ahí, todos creceremos en dignidad.

2 comentarios:

Patroclos dijo...

Tu sobrino José Manuel me recomendó mucho tu blog. Me ha gustado mucho como escribes; se nota que son familia.
Voy a empezar a expresar mis ideas en mi propio blog.
Saludos

desde Lebrija para el mundo dijo...

Un amigo me dijo que; "tu sobrino es una bendición" y la verdad que si no una bendición, al menos un encanto si que es. Como ves yo no estoy muy pendiente de esto, hasta hoy no he bisto tu comentario. Los mayores no nos "enganchamos" tanto como vosotros o quizás es que aún no le haya tomado el gusto.