“¡La vida es sólo un sueño!” Dijo Calderón de la Barca. Un sueño del que se va despertando por etapas, y gracias a ello se tiene la fuerza necesaria para mirar al futuro. Porque son los sueños lo que alimentan la esperanza de que, alguna vez, nuestras metas se harán realidad.
Las personas gastamos o recibimos parte de nuestra energía al soñar. Pasamos la mitad de la vida soñando y esperando un mundo más llevadero, más armónico, más justo…
Soñamos en nuestra infancia; en nuestra adolescencia; en nuestra edad madura, en la vejez… Soñamos con conseguir metas; con cambiar sistemas; con ser solidarios. Soñamos con hacer carrera, con tener un trabajo, con ser independiente… Soñamos con enamorarnos y con enamorar, con fundar una familia, con tener hijos… ¡con ser feliz!
En cada instante del día nacen y crecen en nosotros nuevos sueños, pero la realidad económica, familiar y laboral nos obliga a irlos postergando para mas tarde….
Vamos soñando y despertando alternativamente. Viviendo y desviviendo con cada nueva experiencia y es la esperanza en el mañana lo que nos da la fuerza para afrontar el presente. Presos en las obligaciones, y en el estrés de la vida moderna, miramos a la jubilación como el momento idóneo para recuperar lo que el presente nos va negando.
Hacemos planes y perfilamos lugares, y detalles a años de distancia y, a fuerza de acumular ilusiones para el mañana, descuidamos el presente.
Le convertimos en un laberinto de responsabilidades y deberes. Entramos y salimos sin apenas tomar conciencia de aquellos que aguardan nuestra presencia con ilusión: padres, pareja, hijos, amigos… Todos nos esperan; todos nos esperamos, unos a otros, para conversar, para comunicarnos, para acercarnos entre sí… Pero el tiempo corre en contra nuestro, sin que apenas tomemos conciencia de ello.
Perdemos la costumbre de escuchar; de conversar; de pensar; de estar en silencio; de crear; la costumbre de ocuparnos en la búsqueda y el encuentro consigo mismo y con el otro.
Ocupados en las cosas importantes ignoramos etapas y vivencias irrecuperables; Vivimos lo ordinario sin descubrir que los recuerdos transforman ese “ordinario” en extraordinario. Porque, son las pequeñeces lo dan sentido y dicha a lo largo de la vida.
En medio de ese trajín de sueños y zarandeos, llega el momento de la liberación laboral y… Entonces el paraíso soñado a años de distancia, se transforma para muchos en especie de claustro. Un reclutamiento forzoso, en el que no saben que hacer con el tiempo. Quizás, porque nos pasa como a las aves que, cuando son liberadas después de años enjaulada, ya no pueden volar por haber perdido la costumbre.
Es el momento en que se mira atrás y se añora la época en que, el trajín del día a día, nos permitía la huida de nosotros mismos para descargar sobre las circunstancias, el origen de nuestras insatisfacciones. Y…, entonces, surge la pregunta; ¿Es la vida un sueño o es el soñar lo que nos da la vida? Yo no lo se, pero me asomo a esta ventana con la esperanza se seguir soñando, y volar a través de ella al resto del mundo.
Las personas gastamos o recibimos parte de nuestra energía al soñar. Pasamos la mitad de la vida soñando y esperando un mundo más llevadero, más armónico, más justo…
Soñamos en nuestra infancia; en nuestra adolescencia; en nuestra edad madura, en la vejez… Soñamos con conseguir metas; con cambiar sistemas; con ser solidarios. Soñamos con hacer carrera, con tener un trabajo, con ser independiente… Soñamos con enamorarnos y con enamorar, con fundar una familia, con tener hijos… ¡con ser feliz!
En cada instante del día nacen y crecen en nosotros nuevos sueños, pero la realidad económica, familiar y laboral nos obliga a irlos postergando para mas tarde….
Vamos soñando y despertando alternativamente. Viviendo y desviviendo con cada nueva experiencia y es la esperanza en el mañana lo que nos da la fuerza para afrontar el presente. Presos en las obligaciones, y en el estrés de la vida moderna, miramos a la jubilación como el momento idóneo para recuperar lo que el presente nos va negando.
Hacemos planes y perfilamos lugares, y detalles a años de distancia y, a fuerza de acumular ilusiones para el mañana, descuidamos el presente.
Le convertimos en un laberinto de responsabilidades y deberes. Entramos y salimos sin apenas tomar conciencia de aquellos que aguardan nuestra presencia con ilusión: padres, pareja, hijos, amigos… Todos nos esperan; todos nos esperamos, unos a otros, para conversar, para comunicarnos, para acercarnos entre sí… Pero el tiempo corre en contra nuestro, sin que apenas tomemos conciencia de ello.
Perdemos la costumbre de escuchar; de conversar; de pensar; de estar en silencio; de crear; la costumbre de ocuparnos en la búsqueda y el encuentro consigo mismo y con el otro.
Ocupados en las cosas importantes ignoramos etapas y vivencias irrecuperables; Vivimos lo ordinario sin descubrir que los recuerdos transforman ese “ordinario” en extraordinario. Porque, son las pequeñeces lo dan sentido y dicha a lo largo de la vida.
En medio de ese trajín de sueños y zarandeos, llega el momento de la liberación laboral y… Entonces el paraíso soñado a años de distancia, se transforma para muchos en especie de claustro. Un reclutamiento forzoso, en el que no saben que hacer con el tiempo. Quizás, porque nos pasa como a las aves que, cuando son liberadas después de años enjaulada, ya no pueden volar por haber perdido la costumbre.
Es el momento en que se mira atrás y se añora la época en que, el trajín del día a día, nos permitía la huida de nosotros mismos para descargar sobre las circunstancias, el origen de nuestras insatisfacciones. Y…, entonces, surge la pregunta; ¿Es la vida un sueño o es el soñar lo que nos da la vida? Yo no lo se, pero me asomo a esta ventana con la esperanza se seguir soñando, y volar a través de ella al resto del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario