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(Al niño de la calle)
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Negro son sus ojos como el azabache
y en su rostro lleva facciones de apache.
Cara y manos sucias y dientes mellados;
su cabello corto, sucio y despeinado.
Su ropa andrajosa, su piel arañada…
Limpia y transparente lleva sólo el alma.
Aguardando acecha, paciente, el momento
Cara y manos sucias y dientes mellados;
su cabello corto, sucio y despeinado.
Su ropa andrajosa, su piel arañada…
Limpia y transparente lleva sólo el alma.
Aguardando acecha, paciente, el momento
de poder coger algo de alimento.
¡Por fin lo consigue y se echa a correr!
Tras él, a su alcance, alguien que le ve.
Las piernas le tiemblan y aligera el paso.
Le hieren las piedras en sus pies descalzos.
Con fuerza le atrapa una mano fuerte;
¡Por fin lo consigue y se echa a correr!
Tras él, a su alcance, alguien que le ve.
Las piernas le tiemblan y aligera el paso.
Le hieren las piedras en sus pies descalzos.
Con fuerza le atrapa una mano fuerte;
todo ha sido inútil. ¡Maldita su suerte!
Siente una patada. Tirones de orejas,
Siente una patada. Tirones de orejas,
le llueven insultos… El, ni una sola queja.
Sabe que está solo, su vida es así.
Su ingrato destino robar o pedir.
Su cuerpo, menudo, le tiembla de miedo
Sabe que está solo, su vida es así.
Su ingrato destino robar o pedir.
Su cuerpo, menudo, le tiembla de miedo
como a una alimaña. Le tiran al suelo
y una bota negra, de puntera fuerte,
descarga con ira golpes en su vientre.
Algo, su garganta de nauseas invade;
Algo, su garganta de nauseas invade;
todo le da vuelta… ¿Acaso es el hambre?
…Un sabor extraño; ¡es sabor a sangre!
Sus pupilas negras, miran hacía el cielo;
su fiel confidente, su único techo,
de rabias e iras, de risas y juegos;
de noches de frío, soñando con fuego;
de llantos ocultos productos del miedo…
Sus pupilas siguen fijas en el cielo…
Y, de su mano inerte, a la tierra llana,
…Un sabor extraño; ¡es sabor a sangre!
Sus pupilas negras, miran hacía el cielo;
su fiel confidente, su único techo,
de rabias e iras, de risas y juegos;
de noches de frío, soñando con fuego;
de llantos ocultos productos del miedo…
Sus pupilas siguen fijas en el cielo…
Y, de su mano inerte, a la tierra llana,
rodando, despacio, cayó una manzana…
5 comentarios:
no sabes cuantas veces he visto esta escena en Bogotá...
un beso
Con tanta crudeza, yo sólo lo he visto en reportajes, pero cuando sabes que es real, aunque sea en la tele duele y apela.
Vaya poema, Antonia. Lleno de dolor y de dura realidad. Escribes de una forma increible, ya te lo he dicho muchas veces, pero no me importa repetírtelo. Me gustan tus poemas.
Un abrazo.
Conchi
DEscribes una realidad, cruda, que te zarandea al leerla. POr desgracia es más frecuente de lo que pueda pensarse.
Saludos cordiales
Pienso como vosotros, son realidades tan duras, que nos es mas cómodo ignorarlas; pero no por ello dejan de existir.
abrazos
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