
aguarda sobre el quicio
de una puerta, entre abierta.
Mira con ojos fijos.
Vio llevarse a su madre,
un hombre de soldado.
Ya nunca más volvió...
Quizás, la había olvidado.
Mientras sigue esperando,
entre sus manos prietas,
para no sentir miedo,
abraza una muñeca.
Vio llenarse la noche,
de colores y fuego.
Y saltó de alegría
creyendo que era un juego.
Después creyó que un mago
columpiaba la tierra
¿Cuándo descubrirá
lo horrendo de la guerra?
Y en la ciudad vacía,
un hombre, doblegado,
con mirada pérdida,
contempla, lo que fue,
el centro de su vida:
El Edén de los suyos,
convertido en ruinas.
una mujer morena
cubierta con un velo
llora y rumia su pena.
Abrigando esperanzas,
a pesar de sus lágrimas,
sigue arañando el suelo,
con unas manos ávidas.
Vio quedar a su hijito
sepultado en la tierra,
¡Maldita sea la paz
impuesta con la guerra!
Es la paz del dolor.
Es la paz del vencido.
Es la paz del terror…
Una paz que nos deja:
La ciudad destruida
La esperanza aplastada
La verdad confundida
La persona humillada…
el vientre de la tierra…
¡Maldita sea la paz
que queda tras la guerra!