sábado, 29 de noviembre de 2008

LA PAZ TRAS LA GUERRA


Una niña sentada,
aguarda sobre el quicio
de una puerta, entre abierta.
Mira con ojos fijos.
Vio llevarse a su madre,
un hombre de soldado.
Ya nunca más volvió...
Quizás, la había olvidado.

Mientras sigue esperando,
entre sus manos prietas,
para no sentir miedo,
abraza una muñeca.
Vio llenarse la noche,
de colores y fuego.
Y saltó de alegría
creyendo que era un juego.
Después creyó que un mago
columpiaba la tierra

¿Cuándo descubrirá
lo horrendo de la guerra?

Sólo escombro se ven.
Y en la ciudad vacía,
un hombre, doblegado,
con mirada pérdida,
contempla, lo que fue,
el centro de su vida:
El Edén de los suyos,
convertido en ruinas.

Y entre ripios y piedras,
una mujer morena
cubierta con un velo
llora y rumia su pena.
Abrigando esperanzas,
a pesar de sus lágrimas,
sigue arañando el suelo,
con unas manos ávidas.
Vio quedar a su hijito
sepultado en la tierra,

¡Maldita sea la paz
impuesta con la guerra!

Es la paz del silencio
Es la paz del dolor.
Es la paz del vencido.
Es la paz del terror…
Una paz que nos deja:
La niña abandonada
La ciudad destruida
La esperanza aplastada
La verdad confundida
La persona humillada…
Preñado de odio y muerte
el vientre de la tierra…

¡Maldita sea la paz
que queda tras la guerra!


viernes, 21 de noviembre de 2008

HOY PREFIERO EL SILENCIO...

¡Hoy prefiero mil veces el silencio!
Cansada estoy de oír palabrerías
de los que dicen, que pugnan por la paz
y hacen de la guerra apología

¡Hoy prefiero el silencio a la palabra,
no quiero oír locuras ni mentiras!

Saber no quiero pronósticos de guerras;
calculados fríamente por expertos,
donde se midan los éxitos logrados,
sobre la suma de tantos seres muertos.

No quiero oír los cantos de victoria,
ni las sirenas de alerta, estremecidas.
Ni la necia palabra del que aclama
las decisiones de locos homicidas.

No quiero ver el rostro del soldado,
contraído por el dolor profundo.
Ni verle impotente o doblegado,
ante un deber ingrato e infecundo.

No quiero ver el brillo en sus pupilas,
donde se lea el odio contenido.
Ni centellearle la rabia o la ira
por el dolor, o el miedo, confundido.

No quiero ver la pena de sus ojos;
ni su mueca de hombre sometido.
No quiero verle vencido, o arrastrado
ante la suerte fatal de su destino.

Al celebrar, ufano, sus conquistas,
no quiero oír la risa de su boca.
Tampoco ver su rostro torturado,
ni su ser, humillado en la derrota.

A la cruda verdad de la noticia,
hoy prefiero mil veces el silencio.
Quién fuera ciega y sorda, en estos días,
Para seguir acariciando el sueño

de la paz. Si caer en la zozobra,
ante el temor de que pueda hacerse tarde.
Y si queréis, apenas si me importa,
llamarme necia, ilusa o cobarde...



domingo, 9 de noviembre de 2008

EXPIRAR DE VIOLENCIA


( ante la guerra del golfo)


Lo que presiento siembra en mi ser
miedo y espanto.
Mi angustia anuncia la hora fatal
del ultimátum.

En la mesilla miro el reloj.
¡Las cinco y veinte!
Con fuerza extraña late mi pecho
y, allá en mi mente
tantas preguntas en el vacío
que, casi inerte,
queda mi cuerpo sobre la cama.
Y, nuevamente,
vuelvo mis ojos hacia el reloj:
¡seis menos veinte!

Cuanta locura incontrolada
se está tramando.
Cuanta arrogancia y crueldad
amenazando
sobre la tierra. Sobre una gente,
que en su ignorancia,
callan o aplauden a los colosos de su
de su desgracia.

Absurdo orgullo. Necia soberbia
la del valiente.
Que en desafío es homicida,
sin ser consciente
que el expirar de violencia
es inminente.

Avanza el tiempo… ¡El reloj marca
las seis en punto…!
Estremecida por los presagios
mis manos junto.

La magnitud de ese momento
me hace impotente…
¿Qué ocurrirá, en adelante,
en El Oriente?