martes, 24 de febrero de 2009

PLEGARIA


En mi oración te ofrezco
todos mis sueños.
Mis penas y mis dudas;
mi firme empeño.


Mi esperanza en el ser,
envuelta en miedos.
Mi dolor porque a veces
quiero y no puedo.
Mi pudor porque otras
puedo y me niego.


Mi espíritu rebelde
y cuanto intuyo.

Mi indómito carácter,
mi necio orgullo.

Mis limites al ver
que no consigo,
amar, como tu dices,
al enemigo.


Mi dolor de mujer
discriminada
e incluso en tu nombre,
enajenada.
Por el fuero eclesial,
que tu palabra,
entre normas y ritos
tienen atada.


A veces me debato,
sola conmigo,
por callar lo que debo
decir a gritos.
O no callar a tiempo
cosas que digo.


Junto a esa desazón,
por mi impotencia,
yo te ofrezco mi gozo.
Porque la inercia,
nunca fue compañera
de mis fatigas.
Ni me impidió nadar
corriente arriba.


Abrigando esperanzas,
dicen que locas.

Espero, y lo que espero

son tantas cosas;
que a veces me pregunto,
si es osadía
el seguir hoy soñando
con tu utopía.


Aquella que anunciaste
con tu venida:
Justicia, paz, amor,

ternura, vida…

Redimir del dolor

al oprimido.
Devolver la esperanza
al afligido…


Pero,…

yo se que tú me quieres;
y eso me alivia.
Insumisa y tozuda
antes que tibia.


domingo, 15 de febrero de 2009

AL PASO POR EL ESTRECHO


A mares lloran las aguas
al paso por el estrecho,
porque sin quererlo ahogan,
en sus entrañas, los sueños
de los que no tienen más
que la miseria o el riesgo.


¡Ay, como siente mi alma!

Y como duele en mi pecho,

esa pena de las aguas
al paso por el estrecho.


Las fronteras se les abren
a quienes tienen dinero;
pero en cambio se le cierran,
hasta con vayas de acero,
a los que quieran pasarla
siendo pobres y morenos.


¡Ay, como hiere en mi alma!

Y como oprime mi pecho,

esa pena de las aguas
al paso por el estrecho.


Por ello es que con las aguas
yo también quiero llorar;

la pena de los que llegan.

Del que expulsan, o se va.

De los que dejan su vida

en la travesía del mar.


¡Ay, como llora mi alma!

Y como invade pecho.

La penita de las aguas
al paso por el estrecho.

lunes, 9 de febrero de 2009

¿QUIÉN NO?

Quién no ha soñado de niño con ser príncipe
o, de joven con cambiar los preceptos.
Quién no creyó poder cambiar el mundo

y reído, más tarde, de sus sueños,


Quién no ha juzgado alguna vez al joven
olvidándose que antes lo fue él.
Quién no burló consejos paternales
considerándolos demencias de vejez.


Quién no perdió, alguna vez, el tren
y al verlo alejarse, con tristeza,
sentir que algo suyo se le iba.
Maldiciendo su suerte o su torpeza.


Quién no opinó un día sin pensar
que era mejor, mil veces, el silencio.
Quién no calló, lo que debió gritar,

por ignorancia, complicidad o miedo.


Quién no retó, un día, convencido
de que tenía consigo la verdad
y, más tarde, descubrir ruborizado
y perplejo, su gran temeridad.


Quién no ha querido morir alguna vez
desecho por la pena o el tormento.

Quién no ha buscado la soledad total

unos días, unas horas, un momento…


Quién no ha gozado a veces inconsciente
y arrepentido, más tarde, ha llorado.
Quién no ha querido estrangular el tiempo
para borrar secuencias del pasado.


Quién no ha aspirado… En fin, ¡a tantas cosas!

Y puesto en lograrlas tal empeño

que ha llegado a confundir la realidad,
con el efecto ilusionante de los sueños…

domingo, 1 de febrero de 2009

NACARDA


(leyenda, en caló)


La luna que cuando sale
de noche, me ve penando,
me dice; no desesperes
chiquilla de lirio y nardo.

Que yo le hablaré de ti
a Nacardá si la hallo.

Porque ella vive de noche;
de noche, cuando yo salgo.

Y a veces de madrugada
la suelo ver cabalgando,
por medio del olivar
montada en un potro blanco”.


Ella nace de pasiones
de risas, llantos y celos;

de romance y traiciones
reyertas, facas y duelos.

De amores y desamores,
de fantasías y sueños.


Es libre como las olas
y las estrellas del cielo.

Como la risa del niño.
Como la llama del fuego.

Como las flores silvestres…
Libre lo mismo que el viento.



Y yo, desde muy chiquita
fantaseando en mis juegos
con Nacardadá, noche y día,

que voy de su mano sueño.