En mi oración te ofrezco
todos mis sueños.
Mis penas y mis dudas;
mi firme empeño.
Mi esperanza en el ser,
envuelta en miedos.
Mi dolor porque a veces
quiero y no puedo.
Mi pudor porque otras
puedo y me niego.
Mi espíritu rebelde
y cuanto intuyo.
Mi indómito carácter,
mi necio orgullo.
Mis limites al ver
que no consigo,
amar, como tu dices,
al enemigo.
Mi dolor de mujer
discriminada
e incluso en tu nombre,
enajenada.
Por el fuero eclesial,
que tu palabra,
entre normas y ritos
tienen atada.
A veces me debato,
sola conmigo,
por callar lo que debo
decir a gritos.
O no callar a tiempo
cosas que digo.
Junto a esa desazón,
por mi impotencia,
yo te ofrezco mi gozo.
Porque la inercia,
nunca fue compañera
de mis fatigas.
Ni me impidió nadar
corriente arriba.
Abrigando esperanzas,
dicen que locas.
Espero, y lo que espero
son tantas cosas;
que a veces me pregunto,
si es osadía
el seguir hoy soñando
con tu utopía.
Aquella que anunciaste
con tu venida:
Justicia, paz, amor,
ternura, vida…
Redimir del dolor
al oprimido.
Devolver la esperanza
al afligido…
Pero,…
yo se que tú me quieres;
y eso me alivia.
Insumisa y tozuda
antes que tibia.