martes, 11 de marzo de 2008

A LA MUJER DE SUR, en el día de la mujer

¡A ti mujer del sur,
a ti te canto,
a tu risa de ayer
hoy hecha llanto!

Al aire de tu cuerpo,
con garbo andando.
A tu boca de carmín,
siempre cantando.
A tu enagua de flores,
pura quimera;
que contigo anunciaba
la primavera.
A tu talle de avispa
tan deseado.
Al clavel, en tu pelo,
“marisalado”.
A tu negra melena
dejada suelta,
o marcada con ondas
peinada tensa,
ornada con orquillas
y jazmín blanco.
A tu cara lavada
oliendo a nardo:
a la puerta cosiendo
al fin del día,
mostrabas a los mozos
tu lozanía.

Más todo fue distinto
desde aquel día,
cuando un mozo te dijo
que te quería.
Y te llevó al altar
de blanco velo,
justo a los nueve meses
vino el primero.
Después vino el segundo
luego el tercero ...
Tú no querías tantos,
pero vinieron.
Con el canto del gallo
te amanecía,
preparando pañales,
un nuevo día.

Te olvidaste de ti;
de tu alegría,
el quehacer de la casa
te lo imponía.

El carmín de tus labios
se fue fundiendo,
en una mueca triste
que fue naciendo.
Y aquel pelo ondulado
que habías tenido,
lo peinabas tirante
en recogido.
Tu cintura perdió
todo su aire;
tan sólo el delantal
marcaba el talle.
Te vestías de oscuro
como anunciando,
que tu alegría de ayer
se iba apagando.

Ya te sobraba todo:
nada importaba,
tan sólo tu familia
te preocupaba.
Atender a los hijos,
planchar la ropa,
tenerlo todo a punto,
ser buena esposa ...
Lo del resto del mundo
no iba contigo,
aquellas eran cosas
de tu marido.

Se fue poniendo blanco
tu negro pelo,
que a menudo cubrías
con un pañuelo.
Y tu risa de ayer
se volvió llanto
cuando todos tus hijos
fueron marchando.
Quedaste en el pueblo
llorando a solas,
hoy sólo su retorno
es lo que añoras.

Con tu espalda encorvada
Y el pelo cano,
aguardas impaciente,
cada verano.
Preparando el ropero,
sueñas despierta.
¡La llegada de ellos
está en la puerta!

Y la vas anunciando
con regocijo:
“¡La semana que viene
llegan mis hijos!”

Preparas dormitorios
con ilusiones,
deshollinas los techos,
sacas colchones.
Acumulas vianda;
pones el guiso.
Por si se presentaran
sin previo aviso.

Escuchas como pitan.
¡Es la bocina!
Después oyes las voces
de las vecinas.
Corres hacía la calle;
los ves radiantes:
y empiezas a sentirte
igual que antes.
Tu semblante se alegra,
tus ojos brillan,
tu boca ríe fuerte ...
¡Qué maravilla!
Tomando entre tus brazos
a un nietecito,
en silencio das gracias
al Dios bendito.

Y por unas semanas
tu llanto es risa,
pero ... ¡pasan tan pronto!
como con prisa.

A ti mujer del sur
A ti te canto,
a tu risa de ayer
hoy hecha llanto.

¡A ti que cuando joven
luciste tanto,
que fue como quemar

todo tu encanto!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Antonia que bien describes a las madres del Sur. Me has arrancado un par de lágrimas.
Enhorabuena por tus poesías de la tierra.
Un abrazo
Ana Alanis

Conral dijo...

Me encanta este poema, Antonia. ¡Qué facilidad tienes para escribir y transmitir! ¡Y qué largos! Espero seguir leyendo más, que sé que tienes muchos.
Un abrazo.
Conchi

desde Lebrija para el mundo dijo...

He tenido musa para el tema. La verdad que ahora cuando lo leo pienso mucho en las madres del OTRO SUR. Es un puema que suele llegar, sobre todo cuando su contenido se ha vivido en primera persona.
Besos